Alejandro Gonzalez | 14:41

Aunque bajemos sin dirección de Dios, un Padre amoroso nos hará subir victoriosos

Subió, pues, Abram de Egipto hacia el Neguev, él y su mujer, con todo lo que tenía, y con él Lot.  Y Abram era riquísimo en ganado, en plata y en oro. Y volvió por sus jornadas desde el Neguev hacia Bet-el, hasta el lugar donde había estado antes su tienda entre Bet-el y Hai, al lugar del altar que había hecho allí antes; e invocó allí Abram el nombre de Jehová. (Genesis 13:1-4)
En este primer versículo del capitulo 13 de Génesis es indispensable el resaltar la primer palabra con que comienza pues posee un significado muy importante para los creyentes al ser utilizada para mostrar el "triunfo sobre la adversidad". Es decir el poder ser restaurados y llevados al lugar en que estábamos antes de caer, el subir a un nuevo nivel en nuestra vida y así proclamar VICTORIA. En el caso de Abram y aunque ya había comenzado su peregrinar ascendente esto es porque primero bajo de su sitio -social y económico- para volver a subir victorioso.

¿Qué gran similitud con la obra de Cristo? ¡No!. Nuestro Señor Jesús debió bajar al mundo para cumplir con toda la Ley, despojándose de su divinidad, al tomar la forma de hombre y humillarse hasta la muerte, para así cumplir con cada una de todas las exigencias que la ley nos impone y nos es imposible cumplir. No existe mayor humildad y exaltación que sabiéndose estar por encima de todo y de todos, nuestro Dios haya dejado su sitial para conformarse en un igual a mi y a ti.

Abram subía, aunque había vencido y traía consigo las riquezas que mostraban esto y a todas aquellas experiencias vividas en aquel tiempo en que había bajado a Egipto, se encontraba turbado, necesitaba meditar en todo lo que le había sucedido hasta ese momento.

Al igual que a muchos de nosotros nos paso, 'el padre de multitudes' de pronto se había dado cuenta que ese 'algo' que lo turbaba, era que ya no pertenecía a este mundo que lo rodeaba. Ya las cosas que de niñez había aprendido no eran lo tan eficaces como antes solían serlo, por dentro su “conciencia” le mostraba que se había equivocado, al bajar por su propia dirección.

Todos en algún momento de nuestra vida cristiana hemos pasado por momentos así, y mas todavía cuando habiendo resuelto entregar nuestra vida a Dios por completo hemos tomado decisiones sin su dirección.

El Señor es respetuoso de nuestras decisiones aunque eso no significa que nos dejara de guardar, él reconoce que somos como niños que están sumando experiencias, y que para crecer es necesario golpearse. La vida no es igual, que el aprender una materia de estudio donde si seguimos todo el plan de estudios aprobaremos, sino que es una sumatoria de experiencias que sin ellas nos veríamos desprotegidos.

Sin embargo para un Padre amoroso no existen diferencias, si su hijo se cae él esta pronto a levantarlo y a sacudir los golpes que se haya hecho y esto fue lo que vivió Abram al bajar por propia decisión. Ahora subía en búsqueda de una respuesta al lugar de refugio, ese lugar en donde es posible pensar y descansar a encontrarse consigo mismo a sentir solo aquellos pensamientos que vienen de lo alto.

Abram fue hacia su lugar seco, subió a él, necesitaba tomar una decisión y ya no equivocarse en ella y fue en aquel lugar seco donde tomo su mejor decisión la que lo marco para todo lo porvenir como amigo y hermano de Adoshem. Dejando su orgullo atrás y volviéndose a su protección.

Este sentir en una palabra se llama 'arrepentimiento', ahora si volvía a aquel lugar del cual no tendría que haber salido sin la dirección de Dios, ahora solo había en su corazón el deseo de invocar a Dios, el ponerse en sus brazos. Esta entrega incondicional podemos verla porque desde ese momento Abram vive en humildad sincera, no teniendo mas temor a lo por venir aunque esto signifique perder sus posesiones, pues su confianza su mirada ya no esta mas puesta en él, ni en quienes le rodeaban.

¿Y tu que harías?
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